XXXVI
Partida de María y de José hacia Belén
Esta noche vi a José y a María, acompañados de Ana, María de
Cleofás y algunos servidores, salir de la casa de Ana para su viaje. María iba
sentada sobre la albarda del asno, cargado además con el equipaje, José lo
conducía. Había otro asno sobre el cual debía regresar Ana. Esta mañana he
visto a los santos viajeros a unas seis leguas de Nazaret, llegando a la
llanura de Kimki, que era el lugar donde el ángel se le había aparecido a José
dos días antes. Ana poseía un campo en aquel lugar y los servidores debían
tomar allí la burra de un año que José quería llevar, la cual corría y saltaba
delante o al lado de los viajeros.
Ana y María de Cleofás se despidieron y regresaron con sus
servidores. Vi a la Sagrada Familia caminando por un sendero que subía a la
cima de Gelboé. No pasaban por los poblados, y seguían a la pollina, que tomaba
caminos de atajo. Pude verlos en una propiedad de Lázaro, a poca distancia de
la ciudad de Ginim, por el lado de Samaria. El cuidador los recibió
amistosamente, pues los había conocido en un viaje anterior. Su familia estaba
relacionada con la de Lázaro.
Veo allí muchos hermosos jardines y avenidas. La casa está
sobre una altura; desde la terraza se alcanza a contemplar una gran extensión
de la comarca. Lázaro heredó de su padre esta propiedad. He visto que Nuestro
Señor se detuvo con frecuencia durante su vida pública en este lugar y enseñó
en los alrededores. El cuidador y su mujer trataron muy amistosamente a María.
Se admiraron que hubiese emprendido semejante viaje en el estado en que se
encontraba, dado que hubiera podido quedarse tranquilamente en casa de Ana.
José y María hacia Belén He visto a la Sagrada Familia a
varias leguas del sitio anterior, caminando en medio de la noche hacia una
montaña a lo largo de un valle muy frío, donde había caído escarcha. La Virgen
María, que sufría mucho el frío, dijo a José: "Es necesario detenernos aquí, pues no puedo seguir". No
bien dijo estas palabras se detuvo la borriquilla debajo de un gran árbol de
terebinto, junto al cual había una fuente. Se detuvieron y José preparó con las
colchas un asiento para la Virgen, a la cual ayudó a desmontar del asno. María
sentóse debajo del árbol y José colgó del árbol su linterna. A menudo he visto
hacer lo mismo a las personas que viajan por estos lugares. La Virgen pidió a
Dios ayuda contra el frío. Sintió entonces un alivio tan grande y una corriente
de calor tal, que tendió sus manos a José para que él pudiera calentar un tanto
sus manos ateridas. Comieron algunos panecillos y frutas, y bebieron agua de la
fuente vecina, mezclándola con gotas del bálsamo que José llevaba en su
cántaro.
José consoló y alegró a María. Era muy bueno y sufría mucho
en ese viaje tan penoso para Ella. Habló del buen alojamiento que pensaba
conseguir en Belén. Conocía una casa cuyos dueños eran gente buena y pensaba
hospedarse allí con ciertas comodidades. Mientras iban de camino, hacía el
elogio de Belén, recordando a María todas las cosas que podían consolarla y
alegrarla. Esto me causaba lástima, pues yo sabía todo lo que sufriría: todo
iba a acontecer de diferente manera.
A esta altura habían pasado ya dos pequeños arroyos, uno a
través de un alto puente, mientras los dos asnos lo cruzaban a nado. La
borriquilla que iba en libertad, tenía curiosas actitudes. Cuando el camino era
recto y bien trazado, sin peligros para perderse, como entre dos montañas,
corría delante o detrás de los viajeros. Cuando el camino se dividía, aguardaba
y tomaba el sendero recto. Cuando debían detenerse, se paraba como lo hizo bajo
el terebinto.
No sé si pasaron la noche bajo este árbol o buscaron otro
hospedaje. Este viejo terebinto era un árbol sagrado, que había formado parte
del bosque de Moré, cerca de Siquem. Abrahán, viniendo de Canaán, había visto
aparecer allí al Señor, el cual le había prometido aquella tierra para su
posteridad, y el Patriarca alzó un altar debajo del terebinto. Jacob, antes de
ir a Betel para ofrecer sacrificio al Señor, había enterrado bajo el árbol los
ídolos de Labán y las joyas de su familia. Josué había levantado allí el
tabernáculo donde se hallaba el Arca de la Alianza, y, reunida la población, le
había exigido renunciar a los ídolos. En este mismo sitio Abimelec, hijo de
Gedeón, fue proclamado rey por los siquemitas.
Hoy vi a la Sagrada Familia llegar a una granja, a dos
leguas al Sur del terebinto. La dueña de la finca estaba ausente y el hombre no
quiso recibir a José, diciéndole que bien podía ir más lejos. Un poco más
adelante vieron que la borriquilla entraba en una cabaña de pastores, y
entraron ellos también. Los pastores que se hallaban allí, vaciando la cabaña,
los recibieron con benevolencia: les dieron paja y haces de junco y ramas para
que encendieran fuego.
Los pastores fueron después a la finca donde había sido
rechazada la Sagrada Familia, e hicieron el elogio de José y de la belleza y
santidad de María, ante la señora de la casa, la cual reprochó a su marido por
haber rechazado a personas tan buenas. Luego vi a esta mujer ir adonde estaba
María; pero no se atrevió a entrar por timidez y volvió a su casa a buscar
alimentos.
La cabaña estaba en
el flanco Oeste de una montaña, más o menos entre Samaria y Tebez. Al Este, más
allá del Jordán, está Sucot. Ainón se encuentra un poco más al Mediodía, al
otro lado del río. Salim está más cerca. Desde allí habría unas doce leguas
hasta Nazaret.
Pastores reprochan a los posaderos La mujer volvió en
compañía de dos niños a visitar a la Sagrada Familia, trayendo provisiones.
Disculpóse afablemente y se mostró muy conmovida por la difícil situación de
los caminantes. Después que éstos hubieron comido y descansado, presentóse el
marido de aquella mujer y pidió perdón a San José por haberlo rechazado. Le
aconsejó que subiera una legua más por la cima de la montaña, que allí
encontraría un buen refugio antes de comenzar las fiestas del sábado, donde
podría pasar el día del reposo festivo.
Se pusieron en camino y después de haber andado una legua
llegaron a una posada de varios edificios, rodeados de árboles y jardines. Vi
algunos arbustos que dan el bálsamo, plantados a espaldera. La posada estaba en
la parte Norte de la montaña. La Virgen Santísima había desmontado y José
llevaba el asno. Se acercaron a la casa y José pidió alojamiento; pero el dueño
se disculpó, diciendo que estaba lleno de viajeros. Llegó en esto su mujer, y
al pedirle la Virgen alojamiento con la más conmovedora humildad, aquélla
sintió una profunda emoción. El dueño no pudo resistir y les arregló un refugio
cómodo en el granero cercano y llevó el asno a la cuadra. La borriquilla corría
libre por los alrededores. Siempre estaba lejos de ellos cuando no tenía que
señalar camino.
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