XLII
Descripción de la gruta de Belén
En la extremidad Sur de la colina, alrededor de la cual
torcía el camino que lleva al valle de los pastores, estaba la gruta en la cual
José buscó refugio para María. Había allí otras grutas abiertas en la misma
roca. La entrada estaba al Oeste y un estrecho pasadizo conducía a una
habitación redondeada por un lado, triangular por otro, en la parte Este de la
colina.
La gruta era natural; pero por el lado del Mediodía, frente
al camino que llevaba al valle de los pastores, se habían hecho algunos
arreglos consistentes en trabajos toscos de mampostería. Por el lado que miraba
al Mediodía había otra entrada que, generalmente estaba tapiada. José volvió a
abrirla para mayor comodidad.
Saliendo por allí hacia la izquierda, había otra abertura
más amplia, que llevaba a una cueva estrecha e incómoda a mayor profundidad,
que terminaba debajo de la gruta del pesebre.
La entrada común a la
gruta del pesebre miraba hacia el Oeste. Desde el lugar se podían ver los
techos de algunas casitas de Belén. Saliendo de allí y torciendo a la derecha,
se llegaba a una gruta más profunda y oscura, en la cual hubo de ocultarse
María alguna vez.
Delante de la entrada, al Oeste, había un techito de juncos
apoyado sobre estacas, que se extendía al Mediodía y cubría la entrada de ese
lado, de modo que se podía estar a la sombra delante de la gruta. En la parte
Meridional tenía la gruta tres aberturas, con rejas por arriba, por donde
entraba aire y luz. Una abertura semejante había en la bóveda de la misma roca:
estaba cubierta de césped y era la extremidad de la altura sobre la cual estaba
edificada la ciudad de Belén.
Pasando del corredor, que era más alto, a la gruta, formada
por la misma naturaleza, había que descender más. El suelo en torno de la gruta
se alzaba, de modo que la gruta misma estaba rodeada de un banco de piedra de
variable anchura. Las paredes de la gruta, aunque no completamente lisas, eran
bastantes uniformes y limpias, hasta agradables a la vista.
Al Norte del corredor había una entrada a otra gruta lateral
más pequeña. Pasando delante de esta entrada, se hallaba el sitio donde José
solía encender fuego; luego la pared daba vuelta al Nordeste en la otra gruta,
más amplia, situada a mayor altura. Allí he visto más tarde el asno de José.
Detrás de este sitio había un rincón bastante grande, donde cabía el asno con
suficiente forraje.
En la parte Este de esta gruta, frente a la entrada, fue
donde se encontraba la Virgen Santísima cuando nació de Ella la Luz del mundo.
En la parte que se extiende al Mediodía estaba colocado el pesebre donde fue
adorado el Niño Jesús. El pesebre no era sino una gamella excavada en la piedra
misma, destinada a dar de beber a los animales. Encima tenía un comedero, con
ancha abertura, hecho de enrejado de maderas y alzado sobre cuatro patas, de
modo que los animales podían alcanzar cómodamente el heno o el pasto colocado
allí. Para beber no tenían más que agachar la cabeza al bebedero de piedra que
estaba debajo.
Delante del pesebre, hacia el Este de esta parte de la
gruta, estaba sentada la Virgen con el Niño Jesús cuando vinieron los tres
Reyes a ofrecerle sus dones. Saliendo del pesebre y dando vuelta al Oeste en el
corredor delante de la gruta, se pasaba por frente a la entrada Meridional
antedicha y se llegaba a un sitio donde hizo José más tarde su habitación,
separándola del resto mediante tabiques de zarzos. En ese lado había una
cavidad donde él depositaba varios objetos.
Afuera, en la parte Meridional de la gruta, pasaba el camino
que conducía al valle de los pastores. Diseminadas por las colinas, veíanse
casitas y en el llano, cobertizos con techos de cañas, sostenidos por estacas.
Delante de la gruta la colina bajaba a un valle sin salida, cerrado por el
Norte, ancho de más o menos medio cuarto de legua. Había allí zarzales, árboles
y jardines. Atravesando una hermosa pradera, donde había una fuente y pasando
bajo los árboles alineados con simetría, se llegaba al Este del valle, en el
cual se encontraba una colina prominente y en ella la gruta de la tumba de
Maraha, la nodriza de Abrahán. Se llama también la Gruta de la leche. La Virgen
Santísima se refugió allí con el Niño Jesús repetidas veces. Sobre esta gruta
había un gran árbol, alrededor del cual veíanse algunos asientos. Desde aquí se
podía contemplar Belén mejor que desde la entrada de la gruta del pesebre.
He sabido muchas cosas de la gruta del pesebre, sucedidas en
los antiguos tiempos. Recuerdo, entre otras, que Set, el niño de la promesa,
fue concebido y dado a luz en esta gruta por Eva, después de un período de penitencia
de siete años. Fue allí donde un ángel le dijo a Eva que Dios le daba a Set en
lugar de Abel. Aquí en la gruta de Maraha, fue escondido y alimentado Set, pues
sus hermanos querían quitarle la vida, como los hijos de Jacob lo intentaron
con José.
En una época muy lejana, donde he visto que los hombres
vivían en grutas, pude verlos a menudo haciendo excavaciones en la piedra para
poder habitar y dormir cómodamente en ellas con sus hijos, sobre pieles de
animales o sobre colchones de hierbas. La excavación hecha debajo de la gruta
del pesebre, puede haber servido de lecho a Set y a los habitantes posteriores.
No tengo ya certeza de estas cosas.
Recuerdo también haber visto en mis visiones sobre la
predicación de Jesús, que el 6 de Octubre el Señor, después de su bautismo,
celebró la festividad del sábado en la gruta del pesebre, que los pastores
habían transformado en oratorio.
Abrahán tenía una nodriza llamada Maraha, muy honrada por él
y que llegó a edad muy avanzada. Esta nodriza seguía a Abrahán en todas partes
montada en un camello y vivó a su lado, en Sucot, mucho tiempo. En sus últimos
tiempos lo siguió también al valle de los pastores, donde Abrahán había alzado
sus carpas en los alrededores de la gruta. Habiendo pasado los cien años y
viendo llegar su última hora pidió a Abrahán que la enterrara en esa gruta,
acerca de la cual hizo algunas predicciones y a la que llamó Gruta de la leche
o Gruta de la nodriza. Aconteció en ella un hecho milagroso, que he olvidado, y
brotó allí una fuente del suelo. La gruta era entonces un corredor estrecho y
alto, abierto en una piedra blanca, no muy dura. De un lado había una capa de
esta materia que no alcanzaba hasta la bóveda. Trepando sobre esta capa de
materia se podía llegar hasta la entrada de otra gruta más alta. La gruta fue
ensanchada más tarde, puesto que Abrahán hizo excavar su parte lateral para la
tumba de Maraha. Sobre un gran bloque de piedra había una especie de gamella,
también de piedra, sostenida por patas cortas y gruesas. Quedé muy asombrada al
no ver nada de esto en tiempos de Jesucristo.
Esta gruta de la tumba de la nodriza tenía una relación
profética con la Madre del Salvador, al alimentar allí oculto a su Hijo, al
cual perseguían; pues en la historia de la juventud de Abrahán se halla también
una persecución figurativa de ésta, y su nodriza le salvó la vida ocultándolo
en la gruta. Esta gruta era desde tiempos de Abrahán lugar de devoción, sobre
todo para las madres y nodrizas: en esto había algo de profético, pues en la
nodriza de Abrahán se veneraba, de modo figurado, a la Santísima Virgen; lo
mismo como Elías la había visto en aquella nube que traía la lluvia y le había
dedicado un oratorio en el monte Carmelo.
Maraha había cooperado en cierta manera al advenimiento del
Mesías, habiendo alimentado con su leche a un antepasado de María. No puedo
expresar esto bien; pero todo era como un pozo profundo que iba hasta la fuente
de la vida universal y del que siempre se sirvieron, hasta que María surgió
como única fuente de agua limpia e inmaculada.
El árbol que extendía su sombra sobre la gruta, desde lejos
parecía un gran tilo; era ancho por abajo y terminaba en punta: era un
terebinto. Abrahán se encontró con Melquisedec debajo de este árbol, no
recuerdo ahora en qué ocasión. Este coposo árbol tenía algo de sagrado para los
pastores y las gentes de los alrededores: les gustaba descansar bajo su sombra
y orar. No recuerdo bien su historia, pero creo que el mismo Abrahán lo plantó.
Junto a él había una fuente donde los pastores iban por agua en ciertas
ocasiones y le atribuían virtudes singulares. A ambos lados del árbol habían
levantado cabañas abiertas para descansar y todo esto estaba rodeado de un
cerco protector. Más tarde he visto que Santa Elena hizo construir allí una
iglesia, donde se celebró la santa Misa.
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