sábado, 24 de septiembre de 2011

XXXVII La festividad del Sábado


XXXVII
La festividad del Sábado



José preparó su lámpara y se puso a orar en compañía de la Virgen Santísima, guardando la observancia del sábado con piedad conmovedora. Comieron alguna cosa y descansaron sobre esteras extendidas en el suelo. Vi a la Sagrada Familia permanecer allí todo el día. María y José oraban juntos. He visto a la mujer del dueño de la posada pasar el día al lado de María con sus tres hijos. Allegóse también aquella mujer que los había hospedado la víspera, con dos de sus hijos. Se sentaron al lado de María amigablemente, quedando muy impresionados por la modestia y la sabiduría de la Virgen, que conversó también con los niños, dándoles algunas útiles instrucciones. Los niños tenían pequeños rollos de pergamino. María les hizo leer y les habló de modo tan amable que las criaturas no apartaban la vista ni un instante de Ella. Era algo muy conmovedor ver esta atención de los niños y escuchar las enseñanzas de María.

Oración en sábado Al caer la tarde vi a José paseando con el dueño de la posada por los alrededores, mirando los campos y los jardines y tratándose familiarmente. Así veo a las personas piadosas del país en el día festivo del sábado. Los santos viajeros quedaron en ese lugar la noche siguiente. Los buenos esposos de la posada se encariñaron sumamente con María y le pidieron que se quedara con ellos hasta el nacimiento del Niño. Le mostraron una habitación muy cómoda, y la mujer se ofreció a servirles de todo corazón y con amable insistencia; pero los viajeros reanudaron su viaje por la mañana muy temprano y descendieron por el Suroeste de la montaña, hacia un hermoso valle. Se alejaron aún más de Samaria. Mientras iban descendiendo se podía ver el templo del monte Garizim, pues se lo ve desde muy lejos. Sobre el techo hay figuras de leones o de otros animales semejantes, que brillan a los rayos del sol.

Hoy los he visto hacer unas seis leguas de camino. Al atardecer se encontraban en una llanura a una legua al Sureste de Siquem. Entraron en una casa de pastores bastante grande donde fueron recibidos bien. El dueño de casa estaba encargado de cuidar los campos y jardines, propiedad de una vecina ciudad. La casa no estaba en la llanura sino sobre una pendiente. Todo era fértil en esta comarca y en mejores condiciones que el país recorrido anteriormente; pues aquí se estaba de cara al sol, lo que en la Tierra Prometida es causa de una diferencia notable en esta época del año.



Desde este lugar hasta Belén se encuentran muchas de estas viviendas pastoriles diseminadas en los valles. Algunas hijas de pastores, que vivían en estos lugares, se casaron más tarde con servidores que habían venido con los Reyes Magos, y se quedaron en la comarca. De uno de estos matrimonios era un niño curado por Nuestro Señor, en esta misma casa, a instancias de María, el 31 de Julio de su segundo año de predicación, después de su diálogo con la Samaritana. Jesús eligió luego a este joven y a otros dos para acompañarlo durante el viaje que hizo por Arabia después de la muerte de Lázaro. Este joven fue más tarde discípulo del Señor. He visto que Jesús se detuvo aquí con frecuencia para predicar y enseñar. Ahora José bendice a algunos niños que encontró en la casa.

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